Argimiro Cuadros se sintió inclinado hacia la
investigación en el ámbito de las Humanidades
en sus tiempos de estudiante de
secundaria, cuando se propuso indagar sobre la repercusión política del balido
de Felipe IV. Escrutó incansable todas las bibliotecas y fondos documentales a
su alcance, hasta que una tarde, el director del centro de estudios bovinos le
llamó afectuosamente a su despacho, donde le bastaron tres horas para convencer al
inquieto muchacho de que el archivo sonoro que buscaba no existía.
Lejos de cejar en su pasión heurística, su primera publicación, a
la edad de dieciséis años, fue el extenso artículo Aut taedium aut nihil (O el tedio o nada), aparecido en el
periódico del instituto, en el que alertaba sobre los peligros del hedonismo. El
severo opúsculo alcanzó la esperada difusión entre sus compañeros y compañeras,
siendo el hazmerreír indiscutible del primer y segundo trimestre.
Después de multitud de trabajos que aquí resulta imposible
resumir, fue su ingreso en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología el
que confirmó su vocación intelectual. A este período corresponde su innovador De la adecuada orientación ciudadana ante la
fingida doctrina de bipolaridad articulada en bloques indiviso bajo el disuasorio
imaginario del pulsador bermellón, en una autoedición de 500 ejemplares,
que fueron pasto de las hogueras de san Juan. Se cumplió así el deseado fin
social que perseguía su autor, aunque algo desviado de su intención primigenia.
Ante la alarma motivada por su interés en la formación de
postgrado, la junta de estudios de la universidad, con el propósito de
favorecer un satisfactorio distanciamiento físico y mental de su peculiar
doctorando, y contribuir así al bien común, consiguió, mediante la promoción de
un exitoso crowdfunding, sufragar holgadamente una beca de cinco años en la
República Democrática Popular de Corea.
Un perdido islote de disputada soberanía, bombardeado con regular
alternancia por patrulleras del norte y del sur, le proporcionó el recogimiento
imprescindible para seguir con provecho y aplicación su tarea.
Pese a lo arriesgado de la empresa, cumplido el término
estipulado, Argimiro regresó, trayendo consigo un dominio impagable en numerosas disciplinas: república, democracia, pueblo, Corea, uniformes, solidez dinástica,
fantasía capilar, dirección presencial de masas, superación del estéril bipartidismo,
cultivo de la fértil unanimidad, prevención del nepotismo (mediante el sencillo
expediente de adjudicar ejecuciones entre parientes, en lugar de empleos), y
algunas otras de semejante valía.
Gracias a su deslumbrante currículum, engrandecido además con varias
lenguas, muertas, vivas y desahuciadas, fue amablemente rechazado con imbatible
insistencia en el mercado laboral.
Tras esta enriquecedora experiencia vital, y alentado por su inquebrantable pensamiento positivo, se decidió por el emprendimiento. Y la emprendió a palos.
Tras esta enriquecedora experiencia vital, y alentado por su inquebrantable pensamiento positivo, se decidió por el emprendimiento. Y la emprendió a palos.
Esta fue la ocasión que el destino le había reservado para su
magna obra, un logro tecnológico que, con justa inmodestia, se atrevió a
comparar con la aparición de la rueda: el palo multifunción. Dotado de audaces
innovaciones mecánicas, electrónicas y de materiales, producto de una brainstorming
ininterrumpida de varias semanas, su invención servía como selfie stick, como
arma defensiva, como arma ofensiva, como varilla para zahoríes, como batuta (en
la versión telescópica), como fusta (en la versión telescópica de carbono
semirígido), como palo de golf, como bastón, como apuntador para
conferenciantes, como vara consistorial, como vara de medir, como pararrayos,
como varita de majorette, como varita mágica, como jabalina (en la versión
extensible), como pértiga (en la versión extraextensible), como pica en
Flandes, como boomerang sin retorno, como palosanto, como jarabe de palo, como
insecto-palo, como báculo episcopal (en la versión preconsagrada), como
atizador de fogatas, como taco de billar, como caña de pescar, como paloduz, como
palo de escoba, como palo cortado, como palo seco, como palo al agua, como Palo
Alto, y para otro sinfín de nuevos usos que se fueron incorporando en las
versiones 2.0, 3.0, 4.0 y 5.0.
Argimiro, que siempre se sintió hombre afortunado, no daba crédito
a su suerte cuando a la prosperidad
mercantil se sumó la atención que despertó en Tasha Yeva Mijalkova. Hija de
trapecistas soviéticos que pidieron asilo en Francia durante una gira, nació en
Andorra, donde inició su singular formación, completada, siguiendo la
trashumancia circense, en Luxemburgo, Mónaco, Liechtestein, isla de Guernsey,
Gibraltar y Kosovo, lugares donde entabló amistades y relaciones que
resultarían decisivas en su trayectoria.
Su reconocida belleza, suma de sorprendentes rasgos que sólo pudieron confluir
gracias a las sucesivas oleadas de deportaciones zaristas y soviéticas, no desmerecía
de su inteligencia. Archiconocida fue la asombrosa operación por la cual
adquirió a crédito el accionariado de una firma de juguetes eróticos, al borde
de la quiebra, que consiguió sanear y vender a un fondo de capital-riesgo
panameño obteniendo unas plusvalías con las que consiguió un retiro dorado para
sus padres, colmando las ambiciones de estos, pero no las suyas.
Decidió aprovechar la oportunidad que le brindaba la celebración
de un congreso de esperanto organizado por la Fundación Cuadros para acudir a
él y darse a conocer a su patrocinador. Desde su primer encuentro, llevó a
Argimiro a la convicción de que ella era la persona llamada para sentar las
bases de la estabilidad y la felicidad futuras en Industrias Argimiro Cuadros y
en su corazón. Comenzó entonces un tiempo dichoso en el que fue objeto de
atenciones, cariño y halagos, a los que respondió con idéntica devoción,
entrega y embeleso, cortando flores en los parques para Tasha Yeva, cautivo de su hermosa sonrisa, durante los
amenos paseos que les llevaban y traían de notarías a registros.
Seis meses más tarde, Argimiro envió una atenta postal desde
Alacalá-Meco a los Mijalkov, más preocupado por la suerte de su hija, de la que
no había vuelto a tener noticias, que por la propia. Se despedía con la misma
vigorosa jovialidad con la que afrontaba, una jornada más, el afamado taller que
impartía a diario para sus compañeros sobre coaching emocional y liderazgo
empresarial, siempre con la irreductible esperanza de que alguien se pasara por
allí.
Divertidísimo, brillante. "Se decidió por el emprendimiento, y la emprendió a palos"...
ResponderEliminarCelebro que te divierta. Gracias, maestro
ResponderEliminarMuy divertidas biografías apócrifas, el chiste retórico (aunque a veces levantaría un poco el pie del acelerador), la fatalidad siempre a la vuelta de la esquina, la sátira de lo que se supone que debe ser venerado, la mujer como fiesta y desdicha... En fin, todo muy de tu cosecha. Lector fiel
ResponderEliminarTendré que idear alguna recompensa a la fidelidad. De momento, seguir procurando diversión y compartiendo la cosecha.
EliminarUn abrazo agradecido.
¡Qué palo! es ponceliano, mihuresco y wenceslista, es decir muy ingenioso, muy divertido y muy bien contado...te mueves muy bien en ese melting pot que va de la otra generación del 27 a los Hermanos Marx pasando por Woody.
ResponderEliminarJuan de Dios Salas.
Esa que dices es la marmita en la que me caí cuando era pequeño.
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