Un fantasma recorre España:
una desatada pasión de nostalgia por
la EGB (y, por extensión, por la Ley General de Educación de 1970), con una simultánea
ola de indignación por los resultados de la LOGSE y la LOE.
Sí, es verdad que en la EGB se aprendía a leer y a escribir (con
todos sus requisitos de ortografía, puntuación, concordancia…), a identificar
todos los ríos del planeta, a conocer la capital de Angola, a resolver las
ecuaciones de segundo grado sin calculadora.
No, las generaciones LOGSE y LOE no han suspendido un examen por
las faltas de ortografía, ni han conocido más capitales ni más ríos que los de
su comunidad autónoma, ni se han tenido que preocupar de las operaciones de
cálculo, sólo del desarrollo de los problemas.
Pero, ¿todo lo bueno y todo lo malo están del mismo lado?
¿Alguien se ha detenido alguna vez a calcular el enorme beneficio
que habrá producido en la salud mental de las últimas generaciones la
ignorancia de qué era un diagrama de Wenn, un conjunto disjunto o una
correspondencia biunívoca; el que no tuvieran que memorizar tres nomenclaturas
distintas para la Sintaxis; que nunca hayan sabido quiénes eran Torrebruno, Ismael
y La Banda del Mirlitón o la perrita Marilyn; que jamás hayan oído de fondo en
su casa un serial radiofónico (bueno, luego llegaron Canal Sur y Tele 5 con pulso renovado).
Por no hablar del viejo sistema parapolicial que tuvimos que
padecer, con su estricta vigilancia moral, sus tabúes en materia de vestimenta,
las humillaciones en público o la mano excesivamente larga de demasiados
docentes con más vocación punitiva que educadora.
No todo fueron Locomotoro y los libros de texto de colorines.
Por suerte, esta recién formada juventud no ha estado expuesta a
esos devastadores efectos. No sólo de EGB viven el niño y la niña.
La felicidad de la incosciencia, ahora los niños pueden disfrutar la adolescencia con traumas light, como los americanos (mi padre no iba a la función de Navidad, por ejemplo) en lugar de sufrir en silencio los mas reales de esa época que recuerdas. Aquello sí que era Bulling, y si te quejabas era peor, ni soñar con ser el héroe de relleno del final de un telediario...
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