La llegada de diciembre provoca todos los años un estado
generalizado de agitación en Schneedorf.
La mañana del día de Navidad se falla,
desde el lejano año de la fundación de la villa, el premio al cañón definitivo,
que, hasta ahora, siempre ha quedado desierto. Es la ocasión para comprobar los
alardes de ingeniería que las mejores cabezas del lugar han pergeñado en los
últimos doce meses.
Esta población tranquila y encantadora, con sus casas de ladrillo
rojo y sus empinados tejados de pizarra, está habitada por almas apacibles y
laboriosas. El continuo ir de aquí para allá y la constante entrega a sus
tareas no les priva de ofrecer la mejor de sus sonrisas y una frase amable a
sus convecinos cada vez que tienen ocasión de encontrarse. El aspecto cuidado y
acogedor del lugar es apenas visible a
lo lejos, a causa del tupido bosque de abetos que lo rodea, donde conviven
despreocupados la ardilla, el ciervo y el mirlo.
Hace semanas que comenzó a nevar incesantemente. Los copos caen
dejando un manto denso de silencio y blancura. La vida se hace más difícil,
pero, a pesar de ello, la nieve trae a estas nobles gentes, en lugar de un
motivo de queja, una nueva alegría que
sumar a sus corazones.
No ha habido modo de que Mathias Kugel, hijo y nieto de reputados
Kanonen Meister, pegara ojo la pasada noche, 24 de diciembre. Después de 554 años en que otros lo han intentado infructuosamente, él está seguro de la eficacia de su nueva y secreta
creación. Se basa en un artefacto propulsado por una mezcla de combustibles líquidos
que mantendrán firme y constante la trayectoria del obús, sin que pierda potencia y se desplome en la copa de
algún árbol.
Esta mañana de Navidad, nada puede privarle de la certeza de que
se alzará con el premio al cañón definitivo, y de que, gracias a su
perseverancia, conseguirá, por fin, volar el techo de cristal bajo el
que, desde hace cinco siglos y medio, se encuentra Schneedorf.
Tu mejor entrada!
ResponderEliminarNo hay salida! (Danke sehr)
EliminarBuena alegoría de la Navidad.
ResponderEliminarMuy bueno
Gracias. Tenemos que velar las armas.
EliminarEs que un español con un cubata en la mano lo sabe todo, creo.
ResponderEliminarPues habrá qué preguntarle a ese español quién gobernará y cómo.
EliminarMuy muy buena, Manuel. Imbuido de espíritu navideño: no esperaba menos de ti. Un beso.
ResponderEliminarMe alegra que te guste. Recibo tu anónimo beso, y ahí va otro de vuelta. Gracias.
EliminarEncantador... encantada
ResponderEliminarEncantado de tu encantamiento. Un beso intercontinental.
EliminarTu Schneedorf da para una novela, o mejor, para una serie de tales. Uno puede imaginarlo en lo más profundo de las montañas de Sildavia, cubierto por su cúpula de cristal, ajena al paso de los años y a la corrupción imparable de nuestra civilización. Me ha gustado mucho porque te sumerge en ese clima y te deja deseando continuar la historia. Anímate y regálanos más historias de esta inmarcesible villa. Hace años que la melancolía se adueña de mí cada Navidad, cada año más intensamente, hasta ser casi una enfermedad, quizá como una adicción, que solo se cura con más dosis de melancolía, como la del clip de Bowie y Astaire. Gracias Manuel, por el melancholy healing. Muy bueno.
ResponderEliminarA final tendremos que arreglarlo como aquella abuela de un cuento de Heinrich Böll para la que su familia celebraba la Navidad los 365 días del año para que la mujer no se apenara. A lo mejor acabamos venciendo la adicción por saturación.
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