Wall Street 1853

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miércoles, 2 de diciembre de 2015

El arte en las venas



Para quien no esté familiarizado con la firma de Mary Scofield, me puedo presentar como la comentarista de la sección World Music de la revista The New Yorker.

Hace tres años que conocí el genio deslumbrante de Petre Costas.

Después de unos inicios sin mayor relevancia como guitarrista del coro de la iglesia de su Bran natal, fue catapultado al estrellato regional gracias a su resonante triunfo televisivo en Talentul de Carpați.
En una fastuosa velada en el imponente castillo de su localidad, realzada por la presencia de la vieja aristocracia precomunista, tuvo lugar la solemne ceremonia de entrega de premios. El ambiente festivo y el raudal de vino relajó el deber de tutela de los mayores, lo que permitió a los jovenzuelos corretear libremente de aquí para allá por todo el castillo, desde las torres hasta las umbrías y lóbregas bodegas.
Los días siguientes, la madre de Petre anduvo preocupada, pensando que la inesperada celebridad había afectado al muchacho: mostraba una expresión taciturna, palidez, falta de apetito, un inexplicable desaliño en el peinado y el afeitado, y cambios en sus hábitos, pasándose el día en la cama, porque, decía, sólo podía concentrarse de noche. Gracias a la escuela nocturna y al avanzado horario de las clases en el conservatorio, los estudios del brillante músico continuaron sin contratiempos. Sólo su tozuda renuncia a volver a pisar la iglesia causó algún disgusto en el seno de la familia, dispuesta, sin embargo, a respaldar sus capacidades.

Pronto continuó su aprendizaje en la capital, donde, en poco tiempo, se convirtió en el más destacado discípulo de la Universidad de Estudios Mendicantes de Bucarest, completando sus estudios de guitarra con los de acordeón, flauta dulce, clarinete, violín y backtrackings.

Para su proyecto de fin de carrera se decidió por una estancia en España. Se instaló en Madrid, donde el carácter franco y acogedor de sus gentes enseguida le procuró nuevas amistades. Incluso inició una estrecha relación con Régula, una simpática enfermera que trabajaba en el servicio de hematología de un hospital público de gestión privada. Le gustaba visitarla en el trabajo y hacerle compañía cuando le tocaba el turno de noche. No obstante, ella no podía prestarle la atención que hubiera deseado. Estaba demasiado ocupada con el ajetreo habitual y con los problemas de inventario que últimamente traían de cabeza a todo el equipo, por las constantes e inexplicables desapariciones de unidades del banco de sangre.
En una ocasión, la chica le invitó a cenar a su casa. El ambiente, cálido e íntimo, se vino abajo en el momento en que sirvió el plato principal: bacalao al ajoarriero. Petre retrocedió unos pasos con los ojos desorbitados, abrió la boca sin conseguir decir nada, se dio media vuelta, corrió escaleras abajo, y no volvió a verla.
No obstante, fue un tiempo fructífero e instructivo, con su vagar por los túneles del metro, las veladas en los clubes de jazz y las madrugadas en los tablaos, en los que aprendió la inextricable métrica del compás, aunque mantuvo siempre una actitud aprensiva ante la posibilidad de encontrarse una noche cara a cara con ese duende del que tanto había oído hablar. Uno de sus mentores, el gaditano Fajardo El Canijo, en una ocasión le palmeó cariñosamente en la espalda, diciéndole con admiración y voz aguardentosa: “Compadre, eres un monstruo”, ocasión que Petre encontró propicia para tomar el primer vuelo transoceánico.

En Nueva York tuvo lugar su eclosión definitiva como guitarrista. El bagaje acumulado, su tesón y su natural destreza, le hicieron acreedor en un tiempo inusitadamente breve de una beca en la Juilliard School.
Una vez graduado, instauró las hoy célebres sesiones concertísticas y didácticas de la medianoche de los miércoles, que comenzaron con una tímida afluencia de público y rápidamente se poblaron de una nueva multitud de trasnochadores.

A este período neoyorquino pertenece la composición que presentamos: Romanian Homesick Microblues (Bloody Mary on the rocks).


Les tengo que dejar. Me llama la voz de Petre desde el piso inferior: está punto de amanecer y es hora de acostarse. Ha sido un placer. Buenos días.áter﷽﷽﷽﷽﷽﷽pt de fin de carrera se incline Bucarest

Mary Scofield.

8 comentarios:

  1. Creo que esta semana toca en el recibidor del parking de San Lázaro, oscuro y acogedor. No hay que pagar entrada!

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    1. ¡Gracias Yemin, no me lo perdería por nada! Hace años que no escucho a Petre en vivo.

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  2. Mu completito te veo, escribiendo, la guitarra... ¡en fin un sin fin de sorpresas! ¿que sera lo próximo?

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    1. Estoy preparando las obras completas de Wagner para cuatro voces y rondalla alpujarreña. Calculo que estarán listas para los carnavales de 2047. Va a ser la pera.

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  3. "Compadre, eres un monstruo". Viva Fajardo, el Van Helsing de Cádiz

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    1. Siempre precisamos de una vanguardia que vea más allá.

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  4. Nunca me he fiado de los que se esconden debajo de una capucha, contigo haré una excepción. Eso sí, lo próximo que sea una tango. Bien el blues y bien el texto, muy ameno y "muy escrito". Como siempre.

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    1. No soy yo: es Petre Costas. Muchas gracias, y tomo nota para el tango.

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