Wall Street 1853

Wall Street 1853

domingo, 1 de mayo de 2016

Liquidación por cierre

Perdóname, mamá, por favor. Necesito que me perdones.
Sé que te causo un dolor muy grande, pero no te quedas sola. Tienes a Irina y al pequeño Misha.
Debes comprenderme. A veces no hay tiempo para pensar las cosas. Puede ser miedo, vergüenza, sentido del deber, dicen algunos, no lo sé muy bien. No tuve tiempo para detenerme en eso. El ingeniero Ananenko y el ingeniero Bezpalov se decidieron rápidamente. Nadie les miró, nadie les preguntó. Cuando fue necesario, se ofrecieron sin más. Alexei tiene un hijo. Valeriy tres.

Yo soy más joven, y no tengo a nadie que me espere en casa. Llegué como peón a la central porque no valía para otra cosa. El colegio nunca se me dio bien, y se burlaron de mí tantas veces. Lo abandoné pronto, pero mucho después de que él me abandonara a mí. He vivido porque hay que vivir. Yo también hubiera querido ser ingeniero, y tener una mujer, y una familia.
Fíjate, ellos lo tenían todo, y se sacrificaron sin pestañear. ¿Qué podía hacer yo?

Seguro que oirás que nos han engañado, que los liquidadores trabajábamos aquí sin saber a qué nos enfrentábamos, obligados. No es verdad. Conocíamos a qué estábamos expuestos, aunque no lo dijéramos ni lo pensáramos. Por obligación han venido algunos, es cierto, pero también hay muchos que lo han hecho voluntariamente. Durante semanas han llegado miles de soldados para arrojar con palas, al interior del núcleo, los residuos de grafito que cayeron al tejado. Trabajan en turnos de dos minutos, que les permutan por los dos años de servicio militar, con un ridículo delantal de plomo y una máscara antigás; sí  mamá, antigás, pero aquí el problema no son los gases.
Antes de que ellos vinieran lo intentaron con robots. Pero la radiación era tan alta que inutilizó sus sistemas, y entonces llamaron a la tropa. ¿Y sabes qué nombre les han puesto a estos soldados? Bio-robots. ¿No te parece que son crueles queriendo ser graciosos?

No informaban de nada al principio, pero en la central supimos que el agua de las piscinas de refrigeración, que estaba varios niveles por debajo del núcleo, no podía circular porque, a causa del accidente, no se podía accionar a distancia el mecanismo. No había otra solución que sumergirse en ellas y abrir a mano el circuito hidráulico para vaciarlas. Dijeron que, si no se hacía, podría haber otra segunda explosión del núcleo fundido, y que esta dejaría inhabitable toda Europa. ¿No te parece terrible? ¿Entiendes ahora por qué fuimos?
Bezpalov y Ananenko no dudaron. Pero precisaban además que otra persona les iluminara durante su inmersión. ¡Alguien tenía que hacerlo, mamá! Te preguntarás que por qué yo. Y, ¿por qué no? Estaban solos. No podían hacerlo sin ayuda. Lo siento mucho, pero no me arrepiento.

Bajamos por los pasillos inferiores. El picor en la piel era enorme, como una gran nube de mosquitos que te atacaran todos a la vez. Y no puedo olvidar ese sabor metálico, la lengua seca, los dientes que parecían salirse. Cuando llegamos a las piscinas nos encontramos sus aguas con ese azul brillante, tan hermoso, y dañino como el diablo.

Los dos murieron la semana pasada. Les han ofrecido una bonita medalla, y pensiones a sus hijos. Pronto también vosotros tendréis vuestra condecoración y vuestra paga.

Os echo muchísimo de menos, os quiero y os llevo en mi corazón. Me duele enormemente no poder despedirme de vosotros. Es completamente imposible que os acerquéis a mí. Sin embargo, más aún me dolerá irme sin saber que me has entendido, que me has perdonado.
Beso y abrazos a ti, a Irina y a Misha.

Vuestro Boris.






2 comentarios:

  1. Muy acertado, radio-activamente hablando, este post. Ahora que se cumplen 30 años desde el accidente de Chernóbil, no está de más recordar las ruindades de la energía atómica.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y las ruindades de los ruines también, Luis. Y el heroísmo de los héroes, que a veces es verdadero.

      Eliminar