de las galletas se encargaba gente que amaba las galletas;
de las películas se encargaba gente que amaba las películas;
de los libros se encargaba gente que amaba los libros;
de las casas se encargaba gente que amaba las casas;
de la música se encargaba gente que amaba la música.
Un mal día, las escuelas de negocios afloraron como hongos, y, desde entonces, de las galletas, los ladrillos, las películas, los libros, las casas o la música, se encargan titulados y tituladas en esas escuelas, que sólo aman el dinero.
Y así, hasta hoy.
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